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Luna Sangrante

Autor:  Emanuel Silva Bringas
             Lima – Perú

 

LUNA SANGRANTE

 

    Azorado y confundido, viendo todas sus esperanzas de repentino aplastadas, supo que su fin le había llegado. Jactanciosa su Reina, encumbrada en medio del corro, decretaba su sentencia. No, jamás se le acusó de crimen alguno, jamás se le encontró culpable de nada. Tan solo, y sin anticipo alguno de nada, lo arrastraron hasta allí, para que la Reina le pronuncie el decreto mediante el cual quedaba del todo desterrado. Echarlo al bosque aquel, era igual que lanzarlo al olvido. Ese lugar tan tétrico del cual, si algún prodigio lograba traer a alguno de vuelta, jamás lo hacía en sus cabales. Nadie volvió a saber de él, en pocas semanas se esfumó del todo la memoria de su nombre, muchas lunas trascurrieron, y jamás el corazón de aquella reina sintió el más mínimo remordimiento por lo acontecido en aquel día.

    Pero no fue lo perpetrado por la Reina lo más inusitado que llegó a ver aquella próspera comarca. Una noche, de aquellas con máximo esplendor lunar, todo en el horizonte se llenó de una marcha solemne. No eran trompetas como se hacía cuando ella salía por las calles, eran ululatos para muchos desconocidos. Un sonido que causó una confusa histeria entre la mayoría. La realeza, no obstante, bien sabía de dónde procedían tales sonidos, y no se sabría decir cual desconcierto era mayor: si el de aquellos cuya zozobra residía en lo ignoto, o el de aquellos que jamás habían oído llevando compás y solemne ritmo, algo tan salvaje como los tales alaridos.

    La plaza principal atestiguó, siendo que por curiosos o medrosos todos estaban fuera de sus aposentos, la llegada de un galante caballero, gracia y garbo desbordando. Un traje de sastre, magistral corte y confección, tela tan fina como nadie conocía, de un negro azabache acariciado por la luz de la luna. En su siniestra portaba un gran anillo, cuyo lujo se confundía con la majestuosa cabeza de su bastón, la cual conferíale apariencia de cetro. Su sombrero de copa era algo alto e impedía mirarle de lejos a los ojos, fue para todos perplejidad. Difícil decir qué cautivaba más su vista, si la finura del traje, o del aun más delicado pelaje que cubríale por debajo.

    Con tremenda soltura, aquel personaje se trepó a lo alto de la suntuosa pileta sin mojarse, y desde allí quitándose el sombrero, hizo a todos una venia. Vieron entonces por unos instantes la plenitud de su rostro: ojos, puntiagudas orejas y hocico, con el cual también empezó a enunciar, con una voz tan grácil que el más elocuente orador envidiaría, y dejando entrever el brillo del marfil en sus fauces:

    – Palma pesada es la gloria regia.
     ¡Ay de aquel!
     que sus caprichos no quiera ovacionar.
     Allá afuera el olvido es eterno.
     Rige todo el frío y la hostilidad.
     Nada importan la probidad de tus hechos
     ni la más acérrima integridad
     acumulada en el alma.
     En esta comarca nada rige
     sino tan solo el antojo,
     veleidad de corazón.

    Y así, en tanto estaban todos atónitos, todas sus bestias se habían desplegado por el lugar, escrudiñando muy de cerca a todos los villanos, mas sin llegar hasta al cortejo. Ella oteaba de lejos, aún sin dar crédito a sus ojos y oídos, preguntándose si acaso esa insólita y extravagante criatura sería el infeliz aquel del cual se cansó, como de tantos otros, mostrándose a la postre indómito ante sus designios. Después de haber sido contemplado largo rato en tensión incierta, proclamó:

    – ¡Vedme aquí!
     Al cual lanzaron cual bazofia
     ¡A mí! que hicieron morar en las sombras
     Mirad lo que el Bosque me ha hecho
     ¡Vedme aquí!
     El olvido no me ha vencido
     De su inclemencia y abuso
     he conseguido retornar.
     Demando ahora justicia
     Traed ante mí su corona
     Atadla de pies y manos
     Dejad indefensa su vida ante mis zarpas
     Ponedme a la inconmovible por pedestal.

    En estupor petrificados continuaron. La Reina no obstante, reaccionó de súbito, ordenando su presta huída. Entonces él se mostró ante todos boqui… con el hocico abierto, como si no esperase lo sucedido. Acto seguido olvidó a los mirones en derredor y danzando presumido por todo el borde de la pileta, empezó a cantar melodías primaverales. Conforme su canto se desplegaba, detrás, apenas perceptible, se desataban las estrepitosas estridencias del juicio. Feraces criaturas, alaridos de terror, colmillos que no se ablandaban ni ante el gimoteo más suplicante y lastimero. A mayor desborde de sangre, más coqueto su contorneo, y con mayor elegancia y rapidez bamboleaba su cola. En medio del crescendo alzó su nariz, captó un vaho a la distancia. Sí, el humor de hombres contra hombres. Unos cuantos villanos escaparon y echándose furiosos sobre el cortejo, intentaban derribar las andas. Sabiendo que ella podía ver ya su hora llegar sobre sí, extasiado, no pudo contener su nota más salvaje, una vez más todo se detuvo por completo, bestias y hombres; se alzó rayente hasta el cielo, irrumpiendo hasta el último rincón de cada casa, retumbando en la médula de cada corazón, hombres y bestias, su más gutural y luengo aullido.

   Llegado lo más oscuro de la noche, él no estaba más en la pileta. La trajeron ante su presencia, sujetándola por los brazos. O habían olvidado sus especificaciones, o nadie consiguió amarras. Su cabeza gacha empero, daba cuenta de que su peso reposaba sobre su cerviz cual cepo. Y así, como si de cierto hubiese un yugo macizo sobre ella, con abrumador esfuerzo alzó su rostro, apenas lo suficiente para mirarle con un solo ojo. Se bajó del trono sobre el cual estaba parado, se agachó acercando su húmeda nariz a la suya, para escuchar de inmediato la pregunta, débil como un suspiro:

     – ¿Eres tú, Rico?
   Soltó una risilla condescendiente, puso a volar su sombrero, despojose de sus finas telas, dejándolas caer dobladas sobre sus edecanes. Con una reverencia ofreciole, su bastón.
     – Contempla pues el fruto de tu infame tropelía. Yo, lealtad eterna para ti, hasta que sin razón me entregaste al olvido.

    Con un grácil brinco volvió a treparse al regio asiento, y con brazos extendidos y blanca lumbre en derredor, triunfante proclamó:

       – Luna Sangrante
        para siempre memorada
        me arrojaron a los lobos, cual maleante
        y hoy por ti volví, liderando la manada.

   Múltiples aullidos prorrumpieron, ovación saturando la sala, bestial jolgorio. Acercó a ella ávido sus nacaradas fauces; devoró sus carnes por completo.

              

Revista Dúnamis   Año 11   Número 17   Mayo 2017
                                   Páginas 28-31

Flor Amarilla

Autora:  Gina Barrios M.
               Ciudad de Guatemala – Guatemala

 

 

Flor amarilla

Es que me encanta tomar flores casi al azar, mientras salgo a caminar por los mismos lugares. Pretendiendo quizás en dejar a la suerte si el chico a quien quiero me quiere. Le arranco los pétalos a las mismas flores, pensando que el último que me quedé en la mano, sea de un destino que me favorezca. No importa que tanto camine, ni cuantas flores deshoje, el resultado es el mismo. Tan fácil como hacer que las flores no sufran una diminuta tortura, tan simple como simular que domino las matemáticas. A veces me pregunto que si yo pudiera contar muy bien mentalmente, podría deducir el resultado final, sin tener que quitarle los pétalos a las pobres flores. Son las mismas flores con la misma cantidad de pétalos, en espera de encontrar una que tenga más o menos. Pero es así que entonces, me dejo llevar por la simulada sorpresa que la respuesta final es “no me quiere”. 

 

 

Revista Dúnamis   Año 11   Número 17   Mayo 2017
                                   Página 27

Soy el Ser Humano

Autor:  Leugim Sarertnoc 
             Dajabon – R. Dominicana

 

SOY EL SER HUMANO

Yo soy el ser humano
piedra olvidada en el desierto
donde el dolor es un teatro alegre
y el tiempo, Perro enfermo.
Yo soy el ser humano: soledad
donde convergen todas las ideas
y atracan todas las tempestades.

Y eso nadie lo cambia.
Ni sentarse con una estrella
a ver una pieza teatral
donde el actor es otro ser humano
que se busca a sí mismo en el espectador
que se busca a sí mismo en el actor.

 

Revista Dúnamis   Año 11   Número 17   Mayo 2017
                                   Página 26

Súbdito de la Libertad

Autor:  Francisco T. González Cabañas
             Corrientes – Argentina

 

 

Súbdito de la Libertad

 

Detesto saber que todo tiene que tener una explicación. Aborrezco de tal indagación permanente que hacemos de la realidad y que nos hacemos de nosotros mismos. Claudio se despidió con tal frase que me condujo a extraer una serie de conclusiones.

Soberbia de por medio me puse a pensar, puesto que no soy muy afín a la actividad reflexiva que no solo no retribuye grandes beneficios además es agotadora. Con los textos de la universidad tengo suficiente lectura, por algo nos lo dan los profesores con experiencia y trayectoria. Claudio sin embargo prefiere manejarse con libertad, diría anarquía, él escoge por su cuenta los libros y los analiza sin prerrogativas ajenas, en realidad debe ser un profundo temor a verse puesto a prueba en un examen, un mecanismo de defensa infantil y mañoso por un excesivo miedo al fracaso.

Mi novia suele absorberme bastante, de todas maneras es inconmensurable la alegría que me abraza cada vez que nos vemos. Claudio sin embargo habla acerca de la ilusión del amor, cree que en verdad que la mente inventa artilugios como perpetuar el instante físico del orgasmo, manifiesta su duda ante la posibilidad de conocer a alguien por el sólo hecho de ser como es, sin parámetros sociales, económicos, ideológicos y sin las trabas inoportunas de la vestimenta, de los lugares que uno frecuenta para divertirse y hasta de la edad.

Mis amigos hablan mucho de fútbol, pero no hay nada como juntarse un día a la semana, comer una pizza y sentirse acompañado y protegido por un grupo de muchachos con preocupaciones y vidas semejantes. Claudio, sin embargo utiliza el término utilitarismo, está convencido que todos actuamos socialmente movilizados por algún tipo de interés de alguna índole, que en determinados momentos nos ponen bajo el manto protector de algún objetivo en común.

Yo voté en las últimas elecciones, sé que hoy por hoy que las cosas no funcionan muy bien, considero de todas maneras que la única solución es continuar depositando la confianza en las personas que más conocen del tema. Claudio habla de constituir un nuevo orden, puesto que a este, según él ya lo estamos enterrando. Cree que en verdad las superestructuras del poder se ríen de la democracia y que hasta un acérrimo opositor luego de un tiempo se puede transformar en un valiente oficialista. En mis ratos libres suelo mirar televisión o escuchar radio, no hay demasiadas cosas interesantes, pero siempre me cuelgo con alguno que me termina gustando. Claudio no tiene televisión, según él los medios son grandes grupos monopólicos que nos ofrecen una supuesta libertad de elección, pero que en realidad ocultan una pérfida estrategia para instalar tendencias ideológicas.

Los domingos concurro a la iglesia, escucho al padre, mucho no entiendo pero igual considero que algo tan maravilloso y tan inabordable como el mundo y el cosmos sólo pudo haber sido creado por algún Dios. Claudio sin embargo, cree que la iglesia es un factor de poder, cuenta de algunos papas que realizaban orgías, de otros que dependían a genocidas y en cuanto a Dios, según él, para su explicación del mundo no necesita de tal hipótesis, dado que los que así lo hacemos carecemos de capacidad y de valor para afrontarnos a la nada del más allá.

Siempre al mediodía almuerzo con mi familia, a veces discutimos pero nada es más gratificante que el calor de los consanguíneos. Claudio, sin embargo considera que la familia es una mera institución familiar construida para fortalecer un sistema de vida y habla de padres golpeadores, de madres alcohólicas y de interminables tragedias exclusivas del yugo familiar.

Cada uno hace lo que quiere de su vida. Pero me parece que eso de no ir a la facultad, es en realidad un miedo a exponerse, un terror a ser juzgado una actitud propia de cagones. Lo de no creer en el amor, debe esconder algún tipo de perversión sexual, quizá sea homosexual o misógino y tenga vergüenza de decirlo abiertamente. Lo de no tener amigos me parece sumamente egoísta, soberbio y hasta asqueroso. No puede ser que no deposite su confianza en personas con quien comparta cosas. Siempre dudé de su simpatía con el fascismo, aunque también crítica al orden, a la violencia y no cree en ninguna patria, zurdo no puede ser, seguramente hable de cambiar las cosas para tomar una actitud rebelde, propia de los desenfrenos de la juventud. Eso de no creer en los medios puedo llegar a entender, claro que con tantas cosas que de él escuché, estoy llegando a pensar que es en realidad una marcada acentuación de una gran paranoia.

Lo  de la iglesia….y si todos cometemos errores, pero no para generalizar y rechazar a Dios. Yo no creo en el por temor, jamás lo vi, ni lo sentí, pero cuando pienso en lo muerte se me hace la imagen de un ser bondadoso. Bueno y la coronación es el tema de la familia, que puedo decir al respecto, en fin.

Claudio es para tenerlo un rato y reírse de sus planteos alocados, todo bien. Sin embargo hay algo que me molesta de él, una tontería quizá. Siempre sabe a qué hora encontrarme cuando llama por teléfono, conoce todos los lugares que frecuento, la gente con la cual me rodeo, hasta casi adivina lo que comemos en los almuerzos familiares, y lo que el padre va a decir en su sermón.

No sé no lo veo mucho, pero lo siento, como un vigía que predice mis movimientos, como un observador permanente.

Yo en cambio no sé ni cuando duerme, ni con quien está, ni sí llora, ni lo que come, ni sé si se baña, ni en realidad cuanto lee y en qué momento, y hasta a veces por tantos misterios no sé si existe.

 

Revista Dúnamis   Año 11   Número 17   Mayo 2017
                                   Páginas 23-25

Estado XIV

Autor:  Elisei Virgil
             Plosca – Rumania

 

Estado XIV

pregúntame
lo que quieras;
te contesto
…no te pregunto
nada,
solo quiero
saber
por qué el ángulo
tiene
la punta
redonda
y opaco
el ojo.

 

Traducción: Tudor Serbanescu

 

Revista Dúnamis   Año 11   Número 17   Mayo 2017
                                   Página 22

Las Voces

Autor:  Victor Liberato
             Sta. Cruz de Mao – R. Dominicana

 

LAS VOCES

      Muertos en la tierra todos ascendimos a lo que creímos era el cielo. Éramos espíritus. Vi gente que pensé no debería estar acá, pero si estábamos juntos. Hombres y mujeres, ancianos y niños. El lugar era inmenso y limpio. Parados en silencio ninguno hablaba con el que estaba a su lado. Una voz femenina decía un nombre y el afortunado levantaba su mano derecha y subía hasta perderse de nuestra vista. No sé decir a qué otro lugar. Aplaudíamos pero no se hacía ruido. Todos teníamos (eso pensé yo) el dibujo de una pequeña espada en la mano derecha. Vi como ascendió cada uno cuando la voz pronunciaba su nombre. Me quedé solo y asustado. Miré a todos lados y ya nadie más estaba. De repente sentí calor en mi espalda. Cuando di la vuelta encontré dos figuras: la de la izquierda llevaba una espada roja y el de la derecha un garrote. Sus ojos eran oscuros y sus bocas estaban sin dientes. Movían sus asquerosas lenguas, no como cuando comemos algo sabroso más bien como cuando sentimos el placer de una maldad. Sus cuerpos calientes hedían a carne podrida. El más fuerte y perverso dijo — éste tonto está tatuado en su antebrazo y no recibió la marca del ascenso.

     El otro movía con ansias la espada. Yo no podía hablar y fue cuando recordé aquella vieja advertencia en el libro de levítico: y no deben ponerse marcas de tatuaje. A pesar de no tener cuerpo sentí el hierro enterrarse en mi estómago y el garrotazo en mi cabeza. Entonces la oscuridad me arropó.

                                

Revista Dúnamis   Año 11   Número 17   Mayo 2017
                                   Página 21

Cuando el viento te habla

Autora:  Ana B. Bardales S.
               México D.F. – México

 

Cuando el viento te habla

Estaba allí parado en medio de la calle desértica. Era él ante sí mismo, sin alguien que le estorbara en el camino o le hiciera moverse. De pronto, el viento le habló, muy quedo, en el oído y sus palabras le traspasaron el alma. Sí, era un ser despreciable, y él lo sabía muy bien. Cuando se inició en esa vida de odio y maldad, nunca pensó que podría llegar tan lejos, sobrevivir al propio repudio, pero habían ya pasado veinte años y al parecer lo había logrado. Para ese entonces, habría matado a más de cincuenta a sangre fría y de frente, porque eso sí, ser cobarde no era propio de él. Además de que prefería ver los rostros de sus víctimas mientras morían. Ah, pero esas personas a quienes entregaba a la muerte no eran cualquier persona. Él jamás habría matado a un niño, por ejemplo, porque en ellos sólo se podía hallar pureza y bondad. No, matar porque sí no era su estilo. Él sólo mataba cuando sus víctimas eran vivos que llevaban la señal de la muerte, cuando eran asesinos como él, cuando sus corazones se habían podrido en medio de actos viles contra inocentes. A esos era a quienes él atacaba con su más profundo sentido de justicia, a esos que no merecían ni una lágrima ni el perdón. Él tenía muy presente que algún día sería su turno, que la vida le reclamaría tantas muertes y que cuando eso pasara él lo arrostraría sin miedo, con la impavidez que lo caracterizaba. Qué más podía hacer, era su destino, era el destino de todos aquellos que se dejaban envolver en el manto de la oscuridad, de los que tomaban la decisión de ser perversos hasta tocar fondo y conocer su lado más oscuro, la cara que no se muestra al mundo a menos que algo nos arroje a ello, a menos que pidamos justicia y no la obtengamos y tengamos que ir tras ella con nuestras propias manos… Sí, ese hombre envejecido y corrompido era él, el que se había quedado sin una pizca de misericordia y que había vendido su alma pura a cambio de venganza. Su pasado lo seguiría adondequiera que fuera, la sangre en sus manos jamás se borraría, porque había traspasado los poros de su piel y se había metido muy hondo en él. Ahora él era un asesino más, un hombre lleno de rencor y de furia, un ser vengativo viviendo por y para la venganza, un muerto en vida que temía cada vez más de sí mismo, que no encontraba paz en ningún lado, que huía siempre de él mismo y siempre se encontraba frente a sí, mirándose fijamente a los ojos sin reconocerse en ese cuerpo, en ese rostro, en esa mirada… De nuevo estaba frente a frente, ante su propio yo, en esa calle desértica donde el viento habla en voz baja mientras la Muerte se va acercando lentamente hasta quedar a unos centímetros de su víctima y dar el golpe final, porque Ella como él nunca deja de ser un asesino.

   

Revista Dúnamis   Año 11   Número 17   Mayo 2017
                                   Páginas 19-20

Un otro yo

Autor:  Alexander Anchía Vindas
             San José – Costa Rica

 

Un otro yo

 

Alguien usurpa mi lugar, desde hace unas semanas lo percibo, alguien se anticipa a mis pasos, pero solicita cosas que yo no tomaría, pero cuando me ven siempre es la misma respuesta ¡ Pero si acabas de estar acá!. Cuando voy al cajero del Banco alguien parece haber sustraído la mitad de mi salario. Incluso alguien llegó donde mis alumnos y les dio una clase de humanidades.  Ahora cierro las ventanas, me meto debajo de la cama, por si al usurpador se le ocurre venir a matarme y quedarse con mi vida.

 

 

 

Revista Dúnamis   Año 11   Número 17   Mayo 2017
                                   Página 18

El Vuelo de la Abeja

Autor:  Rubem Leite
             Belo Horizonte – Brasil

 

EL VUELO DE LA ABEJA

El caracol, pacífico
Burgués de la vereda,
Ignorado y humilde,
El paisaje contempla.
La divina quietud
De la naturaleza
Le dio valor y fe.
(LORCA, 2001)

 

Bajo el naranjo en flor dos cucarachas muchachas charlan de la vida. Una chismea y la otra ríe.
– ¿Has visto aquél caracol que viajó por el mundo y conoció una hormiga loca que veía estrellas? – Habla la Chisme y la Risa indaga:
– ¿Qué son estrellas?
– No existen. Son ilusión de esa demente… La hormiga loca decía que estrellas eran “luces que llevamos sobre nuestra cabeza” o algo así. Pero, ¿conocías al caracol?
– ¡Sí, lo conocí! ¿Por qué preguntas, Chisme?
– Él si murió.
– ¿Verdad? – reí nerviosa. – ¿Por qué?
– Dos ranas viejas dijeron que él era hereje y…
– ¡Y la Iglesia del Jardín lo encarceló y con ayuda de Dios lo hizo confesar! – Reí irónica.
– Con ayuda de Dios. ¿Cómo sabes, Risa?
– Lo sé… Solamente sé.
– La Iglesia, con ayuda de Dios, lo hizo confesar y por la santa voluntad de Dios lo mató.
– Bendito sea Dios por librarnos de los herejes.
– ¡Bendito sea!
– El amor, si existe, es solo bajo las flores de naranjo. – Risa filosofa.
– ¡Ahora basta! Hemos platicado demasiado. Y tenemos que votar.
– Votaré por el Cura Araña. ¿Y tú?, amiga.
– No lo sé… He oído decir que a él le gusta mucho llevar insectitos para su telaraña y arañarlos…
– Mentira, mentira. Él es una araña buenísima.
– Siendo así, entonces mi voto sería para él si no fuese que el Pastor Alan Cran promete con el sombrero en la mano las mismas cosas que la alcaldesa del patio vecino.
– Dijeron que él simplemente copió el plan de gobierno de la otra y que ha hecho mitin hasta en el Patio y no solo acá en el Jardín.
– Mentiras, tonta. ¡Men-ti-ras! Ha sido un error de digitación. Es fácil confundir las letras de Jardín y Patio y escribir uno en el lugar del otro…
– ¿Es así? Pero, ¿y el mitin?
– Ha sido… ah… Fue para conseguir votos de los que viven allá… Eso, ¡ha sido para conseguir votos! Y así salvar Jardín.
– ¡Aleluya!
– ¡Aleluya!
Y sin que más nada dijeren, cada una se fue inocentemente a cumplir su deber cívico sin miedo de su voto sufrir un golpe, ni que defenestraren criminalmente a la Presidente electa por la mayoría.
No obstante, el día se fue y una abeja voló arriba del naranjo y miró el cielo al fin de la tarde; prácticamente noche. Y…

 

 

Revista Dúnamis   Año 11   Número 17   Mayo 2017
                                   Páginas 16-17

Walmál a las tres de la mañana

Autor:  Alvaro Torres Calderón
             Lima – Perú

 

Walmál a las tres de la mañana

Adónde vamos? 
Nos vamos a ‘Walmál’
Sígueme los pasos 
con pijamas y botas de hiking
para pasar desapercibido.
Es un paseo en bicicleta,
un parque de atracciones
que funciona a las tres
de la mañana.
Primero tomo mi carrito
de compras,
Vamos a las galerías de tecnología 
donde no hay ni un alma atendiendo.
Es tanto el avance que uno mismo
se gradúa de experto en la sección.
Me faltan unos calcetines,
Vamos a la sección de ropa
donde casi siempre encontrarás
un “Joe” con su campera cazadora
jeans, medias blancas y chanclas,
lentes de sol y barba cana poblada.
Claro, tenía que estar en la sección
de modas de vestir!
Tengo hambre, nos vamos
a la sección de embutidos,
donde alguna tragona incorregible
con pantalones ‘jogging’ reventando
y la carita de ‘happy face’ en el trasero
está buscando salchichas de pavo y 
pecan pie para mantener la línea.
Qué curvas mama mía!
Salió el arcoiris cuando pasé
por la sección de chocolates
con una señora bien sonriente
Muy orgullosa de su traje de ejercicio
de los siete colores.
Por eso quizá “Joe” llevaba sus anteojos.
Finalmente, busco una pasta de dientes
por el lado de la farmacia
donde se escuchan los gritos de
una balanza sacrificada
pidiendo “Help”, 
Mi admiración por resistir 500 pounds.
A veces hay personas que necesitan
confirmación para llevar una buena salud
o que tienen una gran personalidad.
La sonrisa de la cajera de ochenta
años ‘made my day’ or night?
Veinticinco dólares no están mal
para divertirse un buen rato 
cuando el insomnio te acompaña
a las tres de la mañana.

 

Revista Dúnamis   Año 11   Número 17   Mayo 2017
                                   Páginas 14-15