Editorial del Décimo Octavo Número

 

 

Común denominador

El término común denominador es usado en matemática y si intentamos explicar con palabras lo numérico, se dirá que es encontrar un sustento, o un sustrato común que pueda unificar todas las propuestas. Se trata de homogenizar las propuestas que se detallan en este caso en nuestro número décimo octavo.

Las propuestas de este número son muy disímiles, las hay desde clásicos sonetos, poemas en verso libre, versos muy cortos, micro-relatos. Entonces en el fondo y en la forma lo que llaman: lo Dionisiaco y lo Apolíneo, vemos difícil establecer un común denominador del número décimo octavo.

Tampoco podemos decir que todos los autores son recurrentes, porque gracias a la literatura, nuestro número convoca sorpresas agradables de nuevos autores que se nos unen y cuyas propuestas refrescan el repertorio ordinario de Dúnamis.

A lo mejor podríamos sugerir como común denominador algún factor circunstancial y no literario; me atrevería a decir que nuestros autores están en una Caja de Música, suelen ser autores no muy conocidos en sus lugares de procedencia, no se dedican por completo a la literatura y que al abrir la Caja de Música su magia se hará presente, por ello estimado lector, no cierre la caja, vea un poco y lea la variedad de estos autores poco conocidos, pero de gran calidad que en este número lo deleitarán sonando la orquesta en el momento que usted continúe la lectura sabia y serena.

Rubem Leite, utiliza una ágil narración muy interesante y juega con dos tipos de narradores, el omnisciente y el protagonista. No adelanto líneas suyas, porque sería restarle emoción, es un relato que mantiene la emoción desde el inicio hasta el final.

“Jsoe Batazos” nos trae un poema a lo moderno, lo hace diferente su visión intimista y desarrolla un sentimiento desde el inicio hasta el final, cumple con la rima y métrica de un soneto.

Me encanta la propuesta en Prosa Poética de Beatriz Rastaldo, sobre todo a esos poetas que juegan con la ambigüedad de algún modo y Rastaldo lo hace con la indefinición de géneros, subrayo esta imagen de uno de sus poemas: Círculos de Azúcar, donde un espejo ya no volverá a tener el mismo significado: “Escribo un beso en su estática pregunta”.

Sin duda Libanny Pérez es una gratísima sorpresa, con pocas palabras construye universos y expande la poesía al infinito. Sería muy feo colocar algo en este prólogo de su poesía breve pero certera, sin duda estos poemas hacen que la gente se vuelva a enamorar de la poesía, por ello es un sacrilegio colocar acá un verso, invito al lector a leerla.

El soneto de “Miguel Starusk” es diferente al anterior comentado, este es más descriptivo, con un enfoque más externo; a pesar de la estructura rígida del soneto, hace malabares con las palabras:

 “¡Y los versos atacan! Van subiendo a mi mano
una música triste de baldía ilusión”

En el caso de Fátima Farhan, ella cultiva muy exitosamente el versolibrismo y va conduciendo al autor a su propósito, en su poema cuenta una historia interesante:

“Fui gemela que dilató relieve en penumbra,
un arenal desquiciado en el circunvolar del fuego,
al que vierte su copa donde profeso escaldar el caos”

De “Juan Clamor” nos llega un texto narrativo cuidadosamente trabajado, este es más sobrio, más pausado que el de Rubem, pero sus descripciones grandilocuentes nos invitan a tomar una taza de café y comenzar a leer: “En el centro del perímetro estaba el fogón, con patas y soportes de madera y plataforma de barro. Sobre él descansaban tres piedras y encima de ellas una olla de aluminio ennegrecida de hollín en la que hervía, al influjo del fuego generado por la combustión de la leña, una porción de frijoles que Tatica ablandaba para el almuerzo”.

Otra gratísima sorpresa viene de Luz Elena Salazar, un texto de género indefinido, utiliza la causalidad como método para imprimir ritmo, pero de lo coloquial inventa todo un mundo, de un momento construye de una percepción una historia, si el Haiku  resume un instante Luz Elena lo expande con naturalidad.

David Pérez nos propone un relato corto basado en un monólogo interior, narración pura, emoción de principio a fin, si bien es cierto no hace cambios de giro en su relato, no es necesario pues lo que cuenta es una emoción, lo ubicaría entre el género relato y el mini género confesional, pero ninguna palabra sobra y es indispensable.

Ana Bardales nos recuerda al maestro latinoamericano del cuento Horacio Quiroga, se enfoca en un sentimiento de sobrevivencia y al lector se le pone la piel de gallina: “Con la respiración entrecortada y sintiéndose casi desfallecer, vio que el rastro de aquel hombre se perdía tras la cascada, así que se adentró en el túnel creado por la propia naturaleza”.

Nuestro poeta decano, Felix Llatas, reaparece mostrando ahora una faceta desconocida, abriendo a su vez el paso a un género hasta ahora ausente en esta revista de creación literaria. Su propuesta es un monólogo con rasgos de universalidad, es ambiguo pero interesante, un salto a la dramaturgia con todo el estilo que caracteriza a este autor.

En el caso de “Giann-poesía”, nos muestra una poesía intimista descriptiva igual en verso blanco, pero que de alguna forma nos recuerda al modernismo:

“Penumbra del lago,
refleja lunas tristes
en su espejo de agua
cristal nacarado.
Entronada el alma a un árbol,
plebeya de sueños
se gelida en el pantano.”

Para concluir y ante tanta variedad de propuestas, lo que me queda es dar gracias de que en literatura no sea posible probar un Común Denominador, o sea este una utopía en la poesía.

         
                  

           Alexander Anchía Vindas
                  Consejo Editorial

 

 

Revista Dúnamis   Año 11   Número 18    Julio 2017
                                    Páginas 1-3

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