Autor: Francisco T. González Cabañas
Corrientes – Argentina
Súbdito de la Libertad
Detesto saber que todo tiene que tener una explicación. Aborrezco de tal indagación permanente que hacemos de la realidad y que nos hacemos de nosotros mismos. Claudio se despidió con tal frase que me condujo a extraer una serie de conclusiones.
Soberbia de por medio me puse a pensar, puesto que no soy muy afín a la actividad reflexiva que no solo no retribuye grandes beneficios además es agotadora. Con los textos de la universidad tengo suficiente lectura, por algo nos lo dan los profesores con experiencia y trayectoria. Claudio sin embargo prefiere manejarse con libertad, diría anarquía, él escoge por su cuenta los libros y los analiza sin prerrogativas ajenas, en realidad debe ser un profundo temor a verse puesto a prueba en un examen, un mecanismo de defensa infantil y mañoso por un excesivo miedo al fracaso.
Mi novia suele absorberme bastante, de todas maneras es inconmensurable la alegría que me abraza cada vez que nos vemos. Claudio sin embargo habla acerca de la ilusión del amor, cree que en verdad que la mente inventa artilugios como perpetuar el instante físico del orgasmo, manifiesta su duda ante la posibilidad de conocer a alguien por el sólo hecho de ser como es, sin parámetros sociales, económicos, ideológicos y sin las trabas inoportunas de la vestimenta, de los lugares que uno frecuenta para divertirse y hasta de la edad.
Mis amigos hablan mucho de fútbol, pero no hay nada como juntarse un día a la semana, comer una pizza y sentirse acompañado y protegido por un grupo de muchachos con preocupaciones y vidas semejantes. Claudio, sin embargo utiliza el término utilitarismo, está convencido que todos actuamos socialmente movilizados por algún tipo de interés de alguna índole, que en determinados momentos nos ponen bajo el manto protector de algún objetivo en común.
Yo voté en las últimas elecciones, sé que hoy por hoy que las cosas no funcionan muy bien, considero de todas maneras que la única solución es continuar depositando la confianza en las personas que más conocen del tema. Claudio habla de constituir un nuevo orden, puesto que a este, según él ya lo estamos enterrando. Cree que en verdad las superestructuras del poder se ríen de la democracia y que hasta un acérrimo opositor luego de un tiempo se puede transformar en un valiente oficialista. En mis ratos libres suelo mirar televisión o escuchar radio, no hay demasiadas cosas interesantes, pero siempre me cuelgo con alguno que me termina gustando. Claudio no tiene televisión, según él los medios son grandes grupos monopólicos que nos ofrecen una supuesta libertad de elección, pero que en realidad ocultan una pérfida estrategia para instalar tendencias ideológicas.
Los domingos concurro a la iglesia, escucho al padre, mucho no entiendo pero igual considero que algo tan maravilloso y tan inabordable como el mundo y el cosmos sólo pudo haber sido creado por algún Dios. Claudio sin embargo, cree que la iglesia es un factor de poder, cuenta de algunos papas que realizaban orgías, de otros que dependían a genocidas y en cuanto a Dios, según él, para su explicación del mundo no necesita de tal hipótesis, dado que los que así lo hacemos carecemos de capacidad y de valor para afrontarnos a la nada del más allá.
Siempre al mediodía almuerzo con mi familia, a veces discutimos pero nada es más gratificante que el calor de los consanguíneos. Claudio, sin embargo considera que la familia es una mera institución familiar construida para fortalecer un sistema de vida y habla de padres golpeadores, de madres alcohólicas y de interminables tragedias exclusivas del yugo familiar.
Cada uno hace lo que quiere de su vida. Pero me parece que eso de no ir a la facultad, es en realidad un miedo a exponerse, un terror a ser juzgado una actitud propia de cagones. Lo de no creer en el amor, debe esconder algún tipo de perversión sexual, quizá sea homosexual o misógino y tenga vergüenza de decirlo abiertamente. Lo de no tener amigos me parece sumamente egoísta, soberbio y hasta asqueroso. No puede ser que no deposite su confianza en personas con quien comparta cosas. Siempre dudé de su simpatía con el fascismo, aunque también crítica al orden, a la violencia y no cree en ninguna patria, zurdo no puede ser, seguramente hable de cambiar las cosas para tomar una actitud rebelde, propia de los desenfrenos de la juventud. Eso de no creer en los medios puedo llegar a entender, claro que con tantas cosas que de él escuché, estoy llegando a pensar que es en realidad una marcada acentuación de una gran paranoia.
Lo de la iglesia….y si todos cometemos errores, pero no para generalizar y rechazar a Dios. Yo no creo en el por temor, jamás lo vi, ni lo sentí, pero cuando pienso en lo muerte se me hace la imagen de un ser bondadoso. Bueno y la coronación es el tema de la familia, que puedo decir al respecto, en fin.
Claudio es para tenerlo un rato y reírse de sus planteos alocados, todo bien. Sin embargo hay algo que me molesta de él, una tontería quizá. Siempre sabe a qué hora encontrarme cuando llama por teléfono, conoce todos los lugares que frecuento, la gente con la cual me rodeo, hasta casi adivina lo que comemos en los almuerzos familiares, y lo que el padre va a decir en su sermón.
No sé no lo veo mucho, pero lo siento, como un vigía que predice mis movimientos, como un observador permanente.
Yo en cambio no sé ni cuando duerme, ni con quien está, ni sí llora, ni lo que come, ni sé si se baña, ni en realidad cuanto lee y en qué momento, y hasta a veces por tantos misterios no sé si existe.
Revista Dúnamis Año 11 Número 17 Mayo 2017
Páginas 23-25