MI NACIENTE
Heme aquí, perpetua lumbrera. Cuando los mortales despiertan, barcazas para navegar el firmamento no me hacen falta. Mi nacimiento es el ocaso, y hacia mi saliente me extiendo imparable. Al tocarla, no me queda más sino volver a nacer. Trasgresor me dicen; solo soy un círculo vicioso de mí mismo. Los haces de mi presencia llegan cada vez más lejos. No hay cueva ni gruta gutural que pueda escapar de mis tentáculos incandescentes y su fuerza trepidante.
Despunto en Quisqueya, albor me fija por güey en lontananza; arráigome con vigor escalante, y con cada palpitar las aguas caribeñas se me tornan mares europeos y a la inversa. Sobre las ondas tirrenas mi presencia centella. ¡Eureka! Espejos ustorios que hubiesen consumido el mundo, de haber contado con mi brillo: mis cantos insulares truenan también en Sicilia. Mi arribo acaeció cerca a las frías aguas limeñas, ahora me distiendo hasta el Belo Horizonte, siempre hacia mi naciente. Truenan mis remeras al batir, buscando avistar las aguas atlánticas, atisbo un Novo Lima, ¡círculos y círculos! Estoy ebrio en mi propia savia. ¡I-o; i-o! No veo poniente, no existen confines fuera de mí. Mi extensión hacia oriente es eterna, nada detiene a mi lumbre en su persecución. Soy fulgor que jamás se oculta; soy día inacabable. Letra a letra, poco a poco, mi llama se habrá prendido en todo, mi calor tendrá a todos a henchidos al límite. No les quedará pues otro camino: Eternidad, será dunamitado el cosmos.
Alter ego
Revista Dúnamis Año 11 Número 17 Mayo 2017
Página 1