Autora: “Eleutheria Lekona”
Estado de México – México
Los libros
Un trozo de pared se volvió papel y yo me volví lápiz.
Los libros salen de los estantes y caminan hacia mí obedeciendo. Se abren, me muestran sus letras, cada uno de ellos lee su contenido en voz alta.
Se sobreentiende, me ordenan a escribir. Y yo, ejecuto sus órdenes a pie juntillas con denodado cuidado, caigo en una especie de sueño hipnótico del que es difícil sustraerme. Me ahogo, pero al mismo tiempo no puedo cesar la escritura. Lo intento pero la reanudo una y otra vez, una y otra vez, una y enésimas veces. El libro ordena —o este coro de libros alucinados— y yo obedezco. Libros apeándose de los habitáculos donde se hallan dispuestos para, a través de mí, hacer partícipe al mundo de los humanos de sus andanzas, su cotidianidad y de sus vidas.
Cedo entonces paso a los bloques de narración.
B1.
El libro de Geometría de Javier Bracho, se ha enamorado del libro (de la misma colección) acerca del modelo estándar y el afecto es recíproco. Caminan juntos y no se separan. Esperan su turno tomados de la mano. Uno ya lleva su forro (su impermeable); el otro aún espera por él.
Es verano, se lo surciré esta noche con ayuda de cinta mágica.
Por razones a mí desconocidas estos libros pareja han insistido en narrar su historia y me han solicitado su registro estenográfico con especial cuidado. Como ya he dicho, yo escucho, al mismo tiempo que obedezco y transcribo. Hay el plan, incluso, de grabar todo esto en cintas magnetográficas.
B2.
No hay libro que no tenga apego a su lugar en la estantería. Es difícil disuadirlos, después, de un cambio, de alguna reconfiguración (la mínima) en el ánimo de optimizar los espacios. Libros enamorados (como los susodichos de la colección referida) son de los pocos que no se niegan a cooperar. Libros quizá de criterio más independiente.
B3.
Todo un zafarrancho cuando toca arreglo en el local, pequeña bodega o minibiblioteca, de este esquinero reservado en mi habitación.
B4.
Hay 6 pequeños libreros ahora; solamente dos son del mismo tamaño; uno muy superior a todos, vertical; otro también supremo, pero horizontal; dos iguales chicos pero con capacidad amplia adquiridos recién; uno pequeño y menudo, también vertical; y el del medio cuerpo, superior, del mueble de computadora.
La buena noticia es que pronto habrá otro próximo; los libros que él contiene pronto conocerán a sus hermanos. Estos libros especiales que llegarán pronto son libros resplandecientes de amor, amistad e intimidad plena. Estarán a resguardo por algún tiempo y habrán de convivir con los míos a quienes he dicho les reciban con toda calidez.
B5.
Los libros de pronto arman sus fiestas —más o menos en la tónica de como lo hacen los juguetes en esa película rara llamada Toy Story— y discusiones. Solamente que ellos están cargados de sabiduría y erudición y, a veces, como los intelectuales, son también ególatras y muy huraños. Se los calma con charlas, té y música.
Fuera de eso, son muy callados y llenan el recinto de un cierto aire de serenidad y calma de tal modo que nos hacen pensar en un santuario o en un adoratorio.
B6.
No hay libro que no goce, también, de oír las charlas de las personas; son tan precoces y curiosos como lo era yo cuando era niña.
B7.
Sonará näive esta declaración, pero se han mostrado siempre como mis amigos.
En el decurso del tiempo he perdido a algunos de ellos. En préstamos. Pero he ganado a otros también en préstamos. Me consuela pensar que como han quedado todos en manos de espíritus lectores, la repartición, después de todo, habrá sido más que justa.
B8.
Es difícil pensar que si debiera yo hacer un viaje, o no me fuese posible estar más aquí, entonces ellos quedarían solos por temporada indefinida. Huérfanos. Uno quisiera hacer un codicilio adonde se especificara con exactitud qué tendría que ocurrir con cada libro. Cuál sería su destino, a quién debería entregarse el libro en cuestión —su nuevo amo— para su potencial cuidado, y bajo qué condiciones. Pero eso no es posible.
B9.
Una muralla de libros, un puente de libros, un mausoleo de libros. Una soledad sin los libros y los amigos y los seres amados.
B10.
Los libros que circulen, que rueden, que abunden, que diversifiquen sus formas y sus formatos. Y lo mismo que ocurra con sus textos.
B11.
Pasa, por cierto, también, que los libros se entremezclan con otras especies. Yo les he preguntado a mis libros si querrían tener contacto con algunos otros objetos en especial. Y ellos me han dicho, casi al unísono, que con violines. A falta de material y fondo para tan suntuosa reunión, me ha quedado esbozarles una amplia sonrisa. Entonces, ellos me muestras sus dientes y hacen muecas de aprobación.
B12.
No hay día en que los libros no revistan importancia en casa. Y lo mismo, cuando preparo té, que cuando me siento a la máquina a escribir, o cuando hago geometría con quien hago geometría, etcétera, ellos están siempre allí, atentos, observando y, sobre todo, prestando sus servicios ante cualquier posible contingencia, duda o pregunta, que insurgiera o surgiera.
B13.
Y hay días que me embarga una sensación de miedo inminente. De tal modo que estoy cierta de que algún día habré de emprender un largo viaje a un desierto, a una selva tropical, o a un bosque de coníferas siempre verde y, entonces, habré de marchar sin ellos y ellos quedarán sin mí. Cuando este miedo me atrapa sucumbo de tristeza. ¿Cómo puedo tener semejante arraigo por lo material? Me increpo.
Entonces calmo, me olvido del asunto, de la historia, de la fantasía. Y llega a ocurrir, por obra de una suerte de efecto tranquilizador, llega a ocurrir que vuelvo a lo mío sin que quede memoria de este temor que, no obstante, continuará latente.
Ellos mismos me han dicho que la impronta de su consolación en mi espíritu es ya imborrable. Detienen mi cuerpo, lo sujetan. Lo sujetan a su corporalidad terrena y me confieren de cierta paz.
B14.
Lo más que podría escribir en relación a los libros es este panfleto edulcorado en donde se conjugan elementos de una realidad disconexa pero convergente.
B15.
La distopía de Bradbury —ahora que pienso en ella— más que concitarme una simpatía ilimitada por los libros, me provocó la molesta sensación, casi mórbida, de aparecerse clarividente en varias de sus maledicencias sobre el espíritu. Grazna también en Bradbury el espíritu nietzscheano, contrailustrado.
B16.
El metadrama literario de un espíritu antipostmoderno: reacio a la postmodernidad, pero también inserto y copartícipe de ella.
Adagio autorreflexivo.
B17.
Y así, pienso sucesivamente en:
- El Índice, aquel listado de libros anatemizados durante la tardía infancia humana medieval.
- La quema de libros durante la Alemania nazi.
- Los libros en ciertas bibliotecas, atrapados en vitrinas, asfixiándose, en sofocación, sin ser nunca palpados por mano alguna.
- Los evangelios apócrifos.
- El Kamasutra.
- Libros eróticos prohibidos.
- En los antiguos papiros y códices, apenas inteligibles a una casta de hombres versados en extravagantes garabatos llamados jeroglíficos e ideogramas.
- En libros perdidos.
- En el gran incendio de la Biblioteca de Alejandría. Y por supuesto en Hipatia.
- En la precartesiana álgebra sincopada.
- En los poepoemas y las poepelículas, cuya narrativa me he afanado en esbozar.
- En los potenciales prolegómenos a toda pseudofilosofía del futuro concebida por hombres insoportablemente ociosos.
- En los huacales con libros, perdidos por madre, en alguna inundación tras alguna de nuestras habituales mudanzas.
- Etcétera.
B18.
Imagino un día lo siguiente:
Un chip pequeño incrustado con ayuda de nanotecnología en nuestros cerebros que contenga la Biblioteca Universal del mundo y poder acceder a ella a los caprichos de nuestra mera voluntad.
B19.
Y claro, me faltó la loca Biblioteca de Babel de bourgeois Borges.
B20.
Entonces, por supuesto, las hordas altermundistas de aquellas postreras épocas de mi imaginación habrán de oponerse mutatis mutandis a la operación de incrustación del chip vía intraocular por la cual el conocimiento se haría gradualmente accesible a todos.
B21.
Entre otras cosas aducirán:
* Afecciones neurofisiológicas irreversibles (más chicos baleando en Denver pero por otras razones).
* Probable disminución del IQ.
* Control mental.
* Somnolencia e insomnio con consiguiente aumento de grupos de noctívagos anónimos y noctámbulos de la mierda.
* Falta de concentración en el trabajo y escuela; y desinterés por la familia.
* Aumentos de enfermedades de la psique.
* Varios otros por definir.
Los libros al final permanecerán.
Bloque final.
Me he cansado ya de escribir y los libros de dictar. Cada uno vuelve a sus actividades no sin antes organizar la acostumbrada lectura ritual al sapere aude kantiano. Se oyen cánticos, rezos, loas, risas, chistes, perogrulladas, mantras de todo layo. Se recitan poemas, se bebe té y se escucha al fondo un poco de música.
La ilustración consiste en el hecho por el cual el hombre sale de la minoría de edad. Él mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad, cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración.
La mayoría de los hombres, a pesar de que la Naturaleza los ha librado de tiempo atrás de conducción ajena (naturaliter maiorennes), permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y a la cobardía. Por eso es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi diente, y así sucesivamente, no necesitaré del propio esfuerzo.
—INMANUEL KANT, Respuesta a la pregunta ¿qué es la ilustración?
Hasta aquí con esta historia.
NOTA
[*] Esta historia la escribí en Je suis Eleutheria en julio de 2012. Todos los bloques, salvo por el último, fueron escritos en ese momento. Tres años después de su primera confección, decidí rescatar la historia, realizar minúsculas modificaciones a lo largo de los bloques y crear un desenlace para toda la historia en el bloque final. Se escribió a la manera de la literatura hipertextual —en tiempo real— a través de una secuencia ordenada de posts. He aquí uno de los enlaces:
https://www.facebook.com/je.suis.eleutheria/posts/178575945608041
Revista Dúnamis Año 10 Número 12 Febrero 2016
Páginas 5-13