La muñeca de la Capilla
A la dama de sociedad de la Iglesia.
No fue sólo una historia cursi
que soñé del Titanic.
El amor acabó
al trabarse la cajita del órgano.
La chica aporcelanada
sigue su procesión de Viernes Santo…
Tan distante y descolorida,
pero irresistiblemente bella….
Reclinada,
contándole al viento sus pecados.
Tan hermosa y desgraciada,
tan expresiva y humillada…
¡No le es permitido fugarse
de la cárcel
que su abolengo le ha impuesto!
Sólo desea amor,
pero vive teledirigida….
su dignidad se limita
a convertirse en trofeo de algún patán.
Desea hacer explotar su cuerpo,
pero las imágenes no tienen dinamita
para estremecerle las entrañas.
Persigue incesantemente la pasión,
la busca debajo de las bancas,
entre las rutas que forman
las hormigas
abajo del reclinatorio.
Busca la batería apropiada
que le devuelva la vida a Supermán.
O qué el superhéroe la rescate
desde la imagen de alguno de los
santos en que se halla preso.
Al finalizar la misa
yace impávida, irreal…
como una verónica frustrada…
¡Cómo esta sociedad
se cansa de tallar plásticos
ajustables a rostros de porcelana !
La deseo,
quizás me desee…
Probablemente el eco
de mi lascivia
aún rebote
entre las columnas
erigidas en piedra.
Alexander Anchía Vindas
Barrios del Sur, San José – Costa Rica
Revista Dúnamis Año 9 Número 9 Octubre 2015
Páginas 23-24