CUANDO SEA GRANDE
Ernesto Márquez, matón profesional, era temido por su crueldad y sangre fría. Su inteligencia estaba por encima del asesino común y era desconfiado por naturaleza, cualidad que le permitía sobrevivir en su trabajo.
En su vida cotidiana, se comportaba como un ejemplar padre de familia, y exitoso empresario: tenía una hermosa y abnegada esposa, un hijo y un perro.
Una tarde llegó temprano a su hogar y vio a su primogénito enfrascado en sus tareas escolares. Se acercó y le acarició con ternura la cabeza y le dijo que estaba orgulloso de que fuera un excelente estudiante, que él sería alguien importante cuando creciera.
El jovencito volteó y mirándolo a los ojos, inocentemente dijo: “Cuando sea grande, quiero ser como tú”. Ernesto sintió un vuelco en el corazón, y como sabía que era terco y obstinado, y siempre conseguía lo que quería, tuvo la certeza de que el niño también sería asesino a sueldo.
El pequeño siguió con sus deberes y una lágrima escurrió por la mejilla del matón, al momento que ponía la pistola cerca de la cabeza del infante. Fue un golpe seco. Observó el cuerpo sin vida, y se dijo que era lo mejor, pues sabía que su hijo al crecer lo habría eliminado, sólo por ser el número uno entre los sicarios.
Marco Antonio Rueda B.
Xalapa – México
Revista Dúnamis Año 9 Número 8 Setiembre 2015
Páginas 17