Un Día en el Ciberespacio
Un día cualquiera en el ciberespacio…
Ella: ¡Hola amigo!, ¿cómo has estado?
Él: Bien amiga, y tú, ¿cómo has estado?
Ella: Pues bien, pasando la vida con los problemas de siempre, estudiando en la medida de lo posible ya que este año acabo la carrera y llevando todo con la monotonía que conoces, pero eso sí, extrañándote como no tienes idea.
Él: (Toma un respiro profundo, sintiendo muy en el fondo que Ella no debió decir esas palabras) Ah, caramba.
(Un sepulcral silencio se apodera del clima)
Él: Y dime, ¿ya estás rindiendo las pruebas finales, o aun no?
Ella: Pues la verdad que no sé, entre el trabajo y los problemas se me ha quitado de la cabeza todo el sentido de responsabilidad, pero creo que el miércoles comenzaré los dichosos exámenes finales.
Él: No me parece que andes dejando los estudios de lado, sabes perfectamente que ellos, tarde o temprano, podrán servirte de algo más que tener un simple cartón colgado en tu pared.
Ella: ¡Ay por Dios!, suenas como mi padre.
Él: Es tal vez porque podría ser tu padre.
Ella: ¡Que ganas las tuyas de exagerar! Si apenas tienes 6 años más que yo. Por ejemplo, el idiota de mi enamorado me lleva como 9 años de diferencia, y nadie dice nada. Bueno, en verdad, ex enamorado.
Él: (Un tanto desconcertado por no saber ni que tenía que ver su enamorado aquí ni qué diablos responder) ¿Ex enamorado? Vaya, sí que me he perdido noticias desde que me fui.
Ella: Sí pues, desde que te fuiste y me dejaste sola y abandonada en mi destino. ¡Cruel!
Él: …
Ella: Claro pues, te deshiciste de tus obligaciones y huiste de mí.
Él: En verdad no entiendo por qué me dices eso, además, no entiendo qué tiene que ver el hecho de que me haya ido con el tema de tu pareja o ex pareja, no sé.
Ella: Tiene mucho que ver querido, la última vez que nos encontramos, aquel día en que me recogiste después de haber estado con él pasando un tedioso día, me dijiste que, entre otras cosas, huías de la ciudad y de su gente… y pues, yo soy parte de la gente, ¿o no?
Él: Graciosita eres.
Ella: No más un poquito.
Él: Bueno, bueno cambiando de tema… ¿cómo está tu familia?
Ella: Bien, pero… ¿no te interesa saber por qué estoy sola?
Él: No.
Ella: ¡Atorrante! ¿Tanto te ha cambiado ese nuevo mundo el sentimiento hacia mí?
Él: (No ha cambiado absolutamente nada, te sigo queriendo con la misma intensidad que antes, no lo sientes, ¿acaso no te das cuenta, maldita sea?) Probablemente. Todo cambia “querida”, la vida es en sí un movimiento constante de hechos y creo firmemente que lo que no funcionó en su momento, no va a funcionar nunca. Además, no entiendo por qué es que tienes que volver sobre ese tema que ya estaba cerrado, mira cuánto tiempo ha pasado ya.
Ella: ¡No lo sé! Me siento sola, ya no es lo mismo sin ti.
Él: (Intentando por todos los medios de no mandarla a la porra léase, a la mierda) Pues sola no estás, tienes a tu familia, a tus amigos y amigas del instituto, no sé, tanta gente que conoces.
Ella: Pero… pero yo solo pienso en ti. No sabes cuánto extraño nuestras charlas y esas caminatas por el parque en donde nos besábamos a escondidas, haciendo de lo prohibido un reto.
Él: (El estupor es inminente) Si pues, buenos tiempos, buenas charlas, no hay forma de negarlo…
Ella: Si, y las veces que venias por mí, desde tan lejos solo para verme…
Él: (No aguantando más) ¿Se puede saber sinceramente por qué has venido con este tema?
Ella: ¡Porque te extraño!
Él: (Ofuscado) ¡Vaya entonces que esperaste tiempo para entender que te quería de verdad! Sin embargo, lamento decirte que ya es tarde.
Ella: ¿Por qué?
Él: Por dos motivos: el primero porque no pienso regresar a la ciudad nunca más y segundo porque estoy viviendo con mi novia, una mujer maravillosa que me ama de verdad y no se anda con juegos de niña engreída.
Ella: (con la ironía que la caracteriza) ¡Felicitaciones! Pero sé con toda certeza que no durarás más de un año con ella contando desde el final de esta conversación.
Él: Ja, ja, ja… ¿Qué? ¿Ahora eres pitonisa?
Ella: (Con la confianza igual de grande que su ego sentenció) No, soy la dueña de lo que tú ya no puedes entregarle a nadie más: tu corazón.
Él: (ahí tienes razón, me jodiste) Es lo que siempre admiré de ti, tu buen sentido del humor… En fin, es tarde y tengo que irme, las obligaciones de un futuro esposo no esperan. Fue un gusto el volver a hablar contigo… y no te preocupes que te mandaré los partes de mi boda.
Ella: Corrección querido, de nuestra boda.
Él: (con lágrimas brotando de sus ojos, no sabiendo si son de alegría o nostalgia, tristeza o frustración, o quizá todo junto) Adiós.
Ella: Yo diría hasta pronto…
I. Fernando Cáceres A.
Lima – Perú
Revista Dúnamis Año 9 Número 7 Agosto 2015
Páginas 18-20