Entre la Vida y la Muerte

 

Entre la Vida y la Muerte

Otra vez estoy en mi balcón, las hojas se mueven con el soplar del viento. Por un momento me recorre un escalofrío; siento unos ojos observándome. Tengo miedo, me pregunto quién estará ahí.
De repente se escucha una risa.
Y me dice soy yo, Ted he venido por ti.
Me pregunto quién es Ted por dentro mientras me muero de miedo.
Él dice con una voz gruesa y de forma sarcástica: soy yo, Ted.
Empiezo a buscar en mi mente de qué Ted me habla. He tenido un día agitado, sólo intento fumar un cigarro en silencio, pero quién es este hombre que dice venir por mí y que su nombre es Ted.
De repente recuerdo a Ted Bundy, uno de los asesinos seriales de mujeres más grande de Estados Unidos reconocido por su gran inteligencia, y por haber sido su propio abogado en su juicio, y por su buen parecer.
Le digo: ¿Ted? ¿Ted Bundy? Y me dice: bingo.
He venido por ti, es hora que venguemos juntos tu muerte.
¿Mi muerte? ¿De qué hablas? ¡Si estoy viva!
Y se vuelve contra mí dejándome cercada contra la pared y me dice: ¿Esto es estar viva? ¿Acaso sientes algo? ¿Acaso no mueres de miedo? ¿Acaso no me temes a mí y a todo esto que nos rodea?
Esto es vivir, ¡vaya!
En cierto punto, Ted tenía razón. Decía venganza, tenía dolor y vivía con mi alma en pena.
Lo agarré contra la pared en medio de un forcejeo y simplemente lo besé. Sabía de su trauma, y aunque estaba segura que no era más que un fantasma, o un simple producto de un sueño, quería saber cómo sabían sus besos.

Él se negó rotundamente y me dijo que no era eso a lo que venía, pero en mi mente enferma me volví una más del jurado de su juicio, me volví una más de esas mujeres que de a ratos se olvidaban de que tenían en frente a un asesino y violador en serie, por su hermosa apariencia.
No lo niego hay algo excitante en él… “Tal vez” yo logre cambiarlo.
Y aunque él se niega, no dejo de provocarlo… pues si estoy muerta que me mate una y otra vez en sus brazos.
De repente aparece otra persona y me dice: ¿Niña de que hablas?
Tenía una piel oscura y ojos verdes. Su aroma me era familiar pero no lograba recordar con seguridad quien era. No hubo necesidad de preguntarlo.
Él sólo me dijo: niña soy Mariano, aquel que tú ayudaste de niña en las escaleras de tu edificio. Soy aquel que estuvo en coma por más de 2 años en un hospital para luego partir.
Niña me has ayudado a caminar hacia el cielo. Me has visto y hablado cuando muchos lo han dejado de hacer. Me has hablado y defendido a pesar que la gente pensaba que solo era un amigo imaginario. Ahora niña, ha llegado el momento que te ayude a ti; que te abrace el alma como tú a mí. ¿Viste a Ted? Él representa de ti lo malo, lo obsceno, tus miedos, tu rencor y tu violencia. Él es infierno.
Es un discípulo del diablo, por eso es que es tan bello, inteligente y capaz de haber hecho lo que hizo. En cambio tú y yo, niña, somos mansos, vulnerables inocentes, buenos, susceptibles, por eso es que todo nos duele el doble.
Ahora es tu momento de elegir: si te vas con él o simplemente vienes conmigo.
No entiendo, estas dos personas aparecen de la nada y no comprendo si es un sueño, pesadilla o simplemente es mi camino a la muerte.
Oigo voces, una ambulancia, mamá llora y pide que respire. Me siento aliviada, Mariano está aquí y parece que puedo elegir a donde ir. En el infierno me espera Ted Bundy y mi codicia por cambiarlo, y qué importa, ahí todo se vale.

Y por otro lado está Mariano. Aquel amor que esperé por años era real, estaba ahí y me ofrecía un cielo lleno de amor.
Aún mamá sigue llorando y la puedo escuchar. Me gustaría abrazarla, calmar su llanto, pero de repente escucho un llanto que me estremece el alma… y es él, diciendo que estoy bien, y besando mi frente.
Mi cuerpo empieza a convulsionar mientras sigue él sujetando mi mano y gritando mamá. Es él, mi bebé, que me está gritando a llantos que no deje de respirar. Mi cuerpo no para de moverse y puedo sentir cómo mi cabeza duele. Me abraza fuerte a pesar de los gritos de los médicos que me suelten, no saben cómo hacer para que mi niño lo haga. Estoy viajando a mi muerte y es Romeo, mi gran Romeo, producto de mi amor más grande quien me pide que no lo deje. Él tan solo tiene 2 años y no entiende nada de lo que pasa. Me lo imagino correr con su piel morena y su motitas; es hermoso y sin duda el amor más grande de toda mi vida. He anhelado este niño por 27 años y ahora lo tengo conmigo. Los médicos le piden que me dejen y de a ratos las imágenes de Ted y Mariano están ahí. Veo de repente un árbol y una mujer de piel aceituna me llama por mi nombre pero luego utiliza la palabra madre y me dice que me quede tranquila, que todo estaría bien, que así muera en carne y hueso seguiré viva en el corazón de aquellos que me amaron. La abrazo fuerte y le digo que la amo, gritando abuela mientras me voy cayendo.
De repente entre tanto ruido despierto en medio de un abrazo de Romeo.

                                    

                                    Julieta Yael Gutman
                               Buenos Aires – Argentina

 

Revista Dúnamis   Año 9   Número 6    Julio 2015
                                    Páginas 28-30

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