Sucedió
Ha sucedido. Tan irremediable como respirar, como hacer de uno mismo un muñeco de trapo. Se ha sobrellevado de la manera más natural y, por tanto, llevadera. Fue el encuentro más profundo y suave, deslizándose como una suerte de líquido sobre los ojos. Como una energía de aquellas, eléctrica, traspasando de su fino ser al mío.
Había empezado como una tentativa ostentosa y presumida. Quería apoderarse de la situación llevando la emoción a límites casi desconocidos. Ya hace mucho de cuando me hablaron de aquello, que la duda persistía en saber lo que se sentiría. Y no fue hasta entonces, hasta aquel segundo tan largo y tan corto a la vez, que lo supe. Aquel fenómeno comenzaba con mi interés en buscarlo. Sin embargo, no contaba con aquello, con cansarme y que él me encontrase primero, sin ser yo quien tenga la capacidad de encontrarlo antes. Resultaba ser un encuentro tan fortuito y a la vez tan previsiblemente programado.
Se dio de cierta manera. Tan plausible, tan apto. De haberse dado de otra forma, quizás, no habría tenido el mismo impacto. No habría tenido ni la necesidad de escribirlo. Se dio, y entonces, todo cambio. Me recordaba muchas cosas, Me advenían memorias del primer beso de mi niñez, de la primera vez que alguien me tomó de la mano, o aquella otra cuando descubrí lo hermoso que era ver el cielo y el tiempo acaecer junto a una persona.
Me sobrevino como una de aquellas emociones que tras haberlo perdido todo, regresa al cuerpo e incendia la vida. La hace cenizas. La carcome hasta lograr su forma tan pequeña o ínfima. Tan poética y blasfema, tan precaria, tan burda… Entonces me absorbió. Me hizo y trató como un juguete, me transportó a uno de los paraísos de color café más bellos que existen.
De repente, la realidad me sustrajo en un parpadeo. Se acopla densamente en una nube de ideas y prejuicios. Vuelvo a la mundana realidad tras viajar a través del campo de café (del café de sus ojos). Caigo en cuenta que es imposible. No puede haber tal paraíso en la frialdad de un salón de clases. Y, entonces, vuelvo a retozar mis ojos con los suyos. Esto se siente ser admirada y admirar. Esta descripción solo es una apología de lo impactante que pueden ser un par de ojos sobre alguien. Sí existe tal paraíso. Está ahí, mirándome. Como quien busca algo a través de los míos y lo busca desesperadamente. Esto es mirar a quien se ama por vez primera.
Avril Biziak
(Andrea Barrionuevo Javier)
Lima-Perú
Revista Dúnamis Año 9 Número 6 Julio 2015
Páginas 6-7