EL LLAMADO
A los prisioneros de Letras
Detén ya ese vomictivo girar en círculos viciosos.
Te conjuro que dejes de orbitar el vacío,
encamínate lejos de aquel vórtice del sinsentido
en el que te has entrampado.
¿Qué mórbido placer
te mantiene en este universo
de sueños siempre pospuestos?
Eres tú quien guarda sellada
esa pútrida mazmorrra.
Cesa de estar hendido a oscuras
forjando tus propios grillos.
¡Sal de este hechizo depravado!
y ve por ti mismo que eres tú
quien tira de tus cadenas.
Pasas la vida anhelando que llegue
tu gran día,
¡el colmo!
constante deshaces lo hecho
¿eres acaso mujer de Odiseo?
Pues ante el atavío siempre incompleto
en amarga insatisfacción protestas.
Préstame oído borracho,
exorciza el agua ardiente de la zozobra
¡deja ya de tanto amarrar el macho!
¡Enferma ver coexistir tu deseo
con el empeño de arrugar!
¿A qué le temes tanto?
¿es que hay algo qué temer?
No es fuente de fluir una pluma asustadiza,
es más bien sentencia de cautividad.
¿Tiene miedo tu corazón de sus propios latidos?
¡Quién sabe si acaso
estarás constriñendo más potencial
del que vives admirando!
y envidiando…
Encuentra de una vez la respuesta.
Pregona el decreto
ábrase la celda
Ponte en libertad.
En el desierto de tu silencio
anhelas oportunidades
siendo tú mismo quien ha osado
ningunear tu habilidad.
¡Jamás estás satisfecho!
¡OLVIDA A LOS GRANDES!
Olvídalos…
Existe tú tan solo,
tu pluma no entiende de ellos;
a ti solo te conoce
y vive para ti.
Sal de bajo la sombra de los que antes de ti fueron.
No fue para esto que ellos resplandecieron.
Tampoco fue con tu actitud
amilanándose así,
que se consiguieron el lugar que contemplas
con incrédulo estupor,
siendo que lo codicias tam-bién
para ti.
Basta de dudas y tanta cautela,
son los miramientos el credo del timorato.
¡Más reflexión de la debida
se torna sinsentido!
Escribe tan solo, ¡produce!
Basta de tanto aplaudir noche y día.
Ese es oficio del que no puede.
¡A ti te hierve el talento en la sangre!
y eso es todo al fin.
Esa es la prueba de que vives.
¡Suéltate así!
trepa fuera del calabozo del absurdo.
Suprime la censura
que es fuera del papel.
¡Da a luz primero!
Produce tan solo, ¡escribe!
Más de esto no hay.
Abandona los miedos.
Vuelvan al vórtice vano al que pertenecen.
Tú eres propio en cambio de ese influjo
que te satura el pecho a estallar
con un abrasador y trepidante deseo:
Uno solo,
discurrir.
No entiendas razones para reprimirte.
¡No las hay!
Escribe tan solo, ¡crea!
Existan por tu pluma
las maravillas de este siglo.
El presente no se irá sin consagrar sus propios grandes.
¡Discurre!
¡No te retengas!
Es esa la verdadera insolencia.
¡Discurre!
No detengas la pluma
la Gran Tradición a la que rindes culto
no se dará abasto con el ayer.
No hay obra maestra que haya desconocido,
el tránsito por la imperfección más honda
y los senderos accidentados de la tosquedad.
Asume con entereza las falencias,
lejos esté de ti semejante inmadurez.
La perfección es esquiva.
No actúes como si lo hubieses olvidado
¡sabe que solo los incansables se llegan a ella!
Cuando logras una pieza al fin,
te censuras sobremanera,
te es poca cosa lo mejor de ti.
Basta ya de mediciones impertinentes:
¡Eres tú!
tu propia medida
¡Eres tú!
a quien has de superar
Produce tan solo, ¡escribe!
Si rindes a mi voz tu hesitar
transcurrirá el tiempo y sin notarlo,
te encontrarás armonizando
con el resto de aquel legado
que tanto te ha sobrecogido.
Un paso a la vez, hermano mío
se cubre y recorre así toda distancia.
Entiende de una vez
que para poder sobresalir
¡es menester primero haber salido!
No es la luz un lujo, muchacho,
es más bien la penumbra del encierro
la habitación para ti más inapropiada.
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