Revelación
En la cima del árbol de la copa de vino,
el ave escanciadora vierte el trino.
En el patio de su choza ― como un cántaro
recibiendo el agua clara de la fuente ―
hallábase sentado el ermitaño
la fontanela abierta al orgulloso canto
del RuiSeñor, despreciador de rejiñoles.
Tenía atados la trenza y los sentidos
en un moño de nervios aplastados
las rodillas pegadas a los codos
los oídos en las palmas de ambas manos
estrujados como dos claveles rotos.
Su cuerpo todo le surcaba la frente
en un constante palpitar de refucilo.
Azuzado por nocturnos sobresaltos
vigoroso crecía en su cerebro
el árbol de la copa de vino.
Audaz, como una flecha, de repente
vino una voz a espolearle el corazón:
«¡Recógete, llama, en tu madera!, le dijo
el Mar/ el Cielo; son un espejo abierto».
Ebrio de equilibrio y de entusiasmo
se levantó el anciano, alzó los brazos
sopló un beso hacia Orión y cayó…
fulminado por la gracia de Dios.
Felix Llatas
Revista Dúnamis Año 5 Número 4 Septiembre 2011
. Página 28
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