Narmandeón
Inconmensurable dolor sienten los desdichados
de no poder ver las lúgubres agonías del ocaso,
al saberse desprotegidos por el Dios pagano
que cumplir no pudo con sus soldados.
Batallaron fuertemente contra el enemigo
creado por la fuerza de una vida llena de ira,
y que triunfó sobre los cadáveres yertos
de aquellos confiados al campo de la muerte.
No pudieron liberarse jamás de las cadenas
sangraron por sus múltiples heridas,
caminaron como ovejas de un rebaño
destinado a saciar la sed de venganza del tirano.
Empero, fueron aquellos quienes dieron vida
a la esperanza del pueblo venidero,
y forjaron con ahínco la nación conocida
por las futuras generaciones de guerreros.
Israel Cáceres Arroyo
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